miércoles, 28 de abril de 2010

La Puerta de la Obediencia

La obediencia a Dios es fundamental para la intimidad con Dios. Nota cómo su promesa del don del Espíritu Santo (Juan 14, v 16), su promesa de que vamos a verlo (v 19), su promesa de que Él se revela a sí mismo a nosotros (v 21) y Su promesa del amor del Padre (v 21) están todas condicionadas a la obediencia.

Queremos ser llenos del Espíritu Santo, queremos estar cerca de Dios, queremos ver a Jesús y experimentar el amor del Padre en una manera especial, pero todas estas promesas dependen de nuestra aceptación de los mandamientos de Jesús y nuestra obediencia a ellos. ¡No es para los desobedientes!

“Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre, y él les dará otro Consolador para que los acompañe siempre: el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede aceptar porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes sí lo conocen, porque vive con ustedes y estará en ustedes. No los voy a dejar huérfanos; volveré a ustedes. Dentro de poco el mundo ya no me verá más, pero ustedes sí me verán. Y porque yo vivo, también ustedes vivirán. En aquel día ustedes se darán cuenta de que yo estoy en mi Padre, y ustedes en mí, y yo en ustedes. ¿Quién es el que me ama? El que hace suyos mis mandamientos y los obedece. Y al que me ama, mi Padre lo amará, y yo también lo amaré y me manifestaré a él.” Juan 14:15-21 NIV

El cristianismo moderno predica la presencia del Padre y del Hijo en, y con, el creyente y el don del Espíritu Santo, pero somos bastante silenciosos respecto de la premisa de la obediencia. Se habla mucho también sobre la presencia de Dios, pero el mensaje que enviamos es que Dios estará con nosotros en poder y presencia sin importar cómo vivimos nuestras vidas. ¡Eso es falso! Un Dios santo no puede aceptar habitar en una vida de pecado voluntario, maldad y desobediencia. Dios seguirá buscando a los desobedientes todos los días de su vida para persuadirlos de retornar a la justicia, pero Él no los imbuirá con su presencia y poder mientras estén en pecado y rebelión.

Si queremos participar de la presencia divina en plenitud, la obediencia a Dios — a sus mandamientos escritos y a Su palabra hablada a cada uno — es fundamental. No puede haber presencia perdurable sin obediencia.

La característica definitoria de un creyente, un seguidor de Jesús, es sin duda la obediencia. Esa es la base sobre la cual nuestra relación con Dios se establece y desarrolla. Sin obediencia, el creyente ni siquiera puede acercarse al Trono de la Gracia. Dios siempre, por lo tanto, insiste en que hay que arrepentirse y regresar a Él antes de que Él nos salve. Y qué es el arrepentimiento, sino ser obediente a Dios.

La obediencia es como una puerta entonces, a la presencia de Dios, a la promesa del Espíritu Santo. La Palabra del Señor para nosotros es siempre entrar por las puertas de la obediencia. Examinemos nuestros corazones [esta mañana] para ver si estamos viviendo en obediencia a los mandamientos de Jesús, si nuestras vidas están en consonancia con la confesión de nuestra fe. Si no es así, es hora de arrepentirse y volver al camino de
la obediencia a Dios.

viernes, 23 de abril de 2010

¿Porqué compartir nuestra fe?

¿Apartas tu tiempo para orar? ¿Dónde oras y cómo oras? Jesús desea que se hagan oraciones para que todos sean salvos. Él conoce las consecuencias eternas de las personas al aceptar o rechazar a Jesús como Salvador.

Por Evelyn Christenson

Durante sus tres años y medio de ministerio, Jesús de forma metódica enseñó a sus discípulos sobre lo que le sucedería a las personas después de la muerte. Antes de enviarlos a predicar al mundo, Él les enseñó cuidadosamente por qué todas las personas necesitaban la salvación. Y le confió a sus seguidores el secreto de cómo los seres humanos pueden prepararse para la vida eterna. Luego los comisionó y los envió a compartir el secreto con el mundo. Jesús les dio a sus discípulos el mayor privilegio que hay en el planeta tierra; el privilegio de guardar en sus corazones el único mensaje en el mundo que determina la eternidad del individuo.

Sólo dos tipos de personas

Desde nuestra perspectiva humana, nosotros vemos todo tipo de personas. Vemos ricos y pobres, educados y analfabetos, poderosos y débiles. Vemos conquistados o conquistadores, derrotados o victoriosos, prisioneros o jueces, esclavos o dueños. Pero a través de los siglos Dios ha mirado hacia abajo desde su mirador celestial y ve tan sólo dos categorías de personas -cizaña y trigo-. Él ve sólo una cosa dividiendo a toda la humanidad, lo aceptemos o no (Mateo 13:38-50).

Al explicar la parábola, Jesús primero destaca enérgicamente que había tan sólo dos clases de personas -cizaña y trigo-¡Todas las personas son, o hijos del reino, o hijos del maligno! Pero lo aterrador es cómo Jesús dijo que iban a terminar las dos personas. Él explicó que las cizañas crecían junto con el trigo en la tierra, pero que al final de los siglos la división iba a ser hecha en el tiempo de la siega. Y el destino eterno de las dos clases sería completamente opuesto: Uno disfrutará de las bendiciones futuras en el cielo y el otro sufrirá en el horno de fuego.

Con ese conocimiento viene la responsabilidad. Sin embargo, no sólo es nuestra responsabilidad, sino también lo es el incomprensible privilegio dado por Jesús de habernos confiado hoy el destino eterno de los perdidos. ¡No es sólo nuestra responsabilidad, sino nuestro privilegio!

Sólo dos reinos espirituales

Jesús no sólo enseñó a sus discípulos sobre los dos tipos de personas, sino que Él claramente explicó sobre los reinos espirituales en el universo. Es fácil para nosotros ver el mundo espiritual como una vasta tierra sin fin donde las personas están tratando de decidir si siguen a Cristo o van por el camino de Satanás.Pero Jesús enseñó que todo el mundo espiritual está dividido en sólo dos lados -el Suyo y el de Satanás-. El reino de Jesús es el reino de luz y el reino de Satanás el de las tinieblas. Y todo el mundo en este momento está en un reino o en otro.

Jesús nos dijo en Juan 12:46 por qué Él vino al planeta tierra: "Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquél que cree en mí no permanezca en tinieblas. Y a nosotros los cristianos se nos ha confiado el traer esa luz -Jesucristo- a aquellos que están perdidos en tinieblas".

Cuando oramos y alcanzamos a las personas con las buenas nuevas de Jesús, y ellos le aceptan como Salvador, la cosa más increíble sucede: Dios literalmente les arranca del reino de Satanás y les coloca en el reino de Jesús. Ellos se convierten en ciudadanos del reino de la luz. El evangelismo no es un proyecto, un acontecimiento o una tarea. Es: ¡cristianos rescatando cautivos del reino de Satanás!

Ahora que conoces que sólo hay dos tipos de personas y cuál es el fin eterno de cada una ¿te está pidiendo Jesús que hagas del evangelismo lo más importante de ahora en adelante?

martes, 20 de abril de 2010

LA VENGANZA DE LA SERPIENTE

Mohamad Pasha Miya, de la India, era encantador de serpientes. Era amigo de los reptiles. Los respetaba al mismo tiempo que los dominaba.

Un día lo llamaron para matar una cobra que había entrado a un aserradero. Mohamad fue, mató al reptil y lo metió en una cesta. Luego llevó la cesta a su tienda y se acostó a dormir. De alguna manera la serpiente, que en realidad no había muerto, recobró fuerzas. Se salió de la cesta y se enroscó en el cuerpo de Mohamad. Con ese mismo sigilo y quietud de las serpientes, le clavó sus letales colmillos cuatro veces en la garganta.

Mohamad nunca había matado cobras. Había en él, como en casi todos los encantadores de serpientes de la India, un respeto reverente hacia esos ofidios. Los tienen, casi, hasta por dioses.

Cuando mató a la cobra, presintió que algo malo le ocurriría. Y aunque, por los muchos años en su oficio y por las muchas mordeduras recibidas, estaba casi totalmente inmunizado contra el veneno, no soportó cuatro inyecciones de la ponzoña de la cobra.

«Fue el beso de la muerte —comentó Roja Miya, hijo y aprendiz del encantador—. Mi padre no resistió la cuádruple mordedura.» Los diarios llamaron a ese suceso «La venganza de la serpiente».

De una manera u otra lo mismo le pasa a todo el que juega con el mal, que se solaza en practicar cosas contra la ética y la moral, que viola la ley humana y la ley de Dios. Por mucho tiempo se cree un hábil encantador. Dice saber esquivar las leyes y mantener oculto el secreto. Cree engañar al esposo o a la esposa, en fin, a todo el mundo. Pero el diablo no le es fiel a nadie, sino que traiciona, por diversión, a cualquiera que se hace su servidor. Igual que la serpiente que mató a Mohamad, clava sus colmillos en la garganta del incauto, y éste termina derrotado.

Todo delincuente que constantemente viola cualquier ley cae a la larga. De igual manera, todo el que viola la confianza de algún amigo, o las promesas de amor, o los votos matrimoniales, siempre cae. No se puede vivir haciendo lo malo sin que tarde o temprano se colme la medida.

Necesitamos un Guía, un Maestro, un Señor. Jesucristo es el único capaz de librarnos para siempre del veneno de Satanás e inmunizarnos perennemente contra él. Entreguémosle nuestra vida a Cristo.

domingo, 18 de abril de 2010

Por favor .. Papito no hagas eso de nuevo

Cuando mi hijo tenía solo tres años, él y sus hermanas jugaban correteándose por toda la casa con grandes carcajadas haciendo erupción cada tantos minutos cuando alguno de ellos se acercaba a tocar a sus hermanos.

Las risitas fueron interrumpidas de repente por un estrépito seguido de un llanto de dolor por una herida ensangrentada. Me puse de pie y corrí hacia la sala donde el aparente accidente había tenido lugar. Mi hijo había tomado la esquina del cuarto demasiado rápido y había caído de cabeza sobre la esquina de una mesa. Rápidamente le recogí del piso donde yacía y le abracé tanto para consolarle como para examinar la herida…chorros de sangre brotaban de su frente.

Para cuando llegamos al cuarto de urgencia, sus lágrimas habían amainado un poco pero yo anticipaba nervioso el pequeño trauma que nos esperaba. Tras examinar la frente de mi hijo, el médico confirmó que necesitaría coser la herida para que pudiese sanar adecuadamente.

La buena noticia era que sólo requeriría un punto. La mala era que el médico planeaba cocerlo sin anestesia. “Podemos puyarlo una vez o hacerlo dos veces”, me informó el médico.

Se me dijo entonces que inyectarle la anestesia local sería tan doloroso y traumático como coserle un solo punto. La puyada de la inyección sería seguida por una segunda puyada para coser la herida. De mala gana estuve de acuerdo con el médico y opté por la puyada única. 

Animé a mi hijo diciéndole que estaba siendo un “niño valiente” mientras los médicos y yo le atábamos suavemente con un aparato para evitar que su cuerpecito se moviese demasiado durante el procedimiento.

Por dentro luchaba por aguantar las lágrimas mientras él me miraba con ojos asustados pero confiados. “Sigue mirando a Papá”, le animaba. “Estás siendo muy valiente”. Sus enormes ojos se mantuvieron fijos en los míos mientras el médico lavaba suavemente la herida y se preparaba para cerrar la herida con el punto de sutura.

“OK, aquí vamos”, dijo suavemente el médico. “Esto será rápido”. “Sigue mirándome a mí”, dije intentando sonreír y atraje sus confiados ojos hacia mí. “Papá está aquí”. Con precisión y rapidez, el médico rápidamente metió la aguja curveada en la piel hinchada cercana a la herida en la frente de mi hijo.

Los ojos de mi hijo se agrandaron al sentir el dolor. Entonces, en una voz sollozante que conllevaba la dulzura e inocencia que sólo un niño de tres años puede invocar, me miró y me dijo: “Por favor, Papito, no hagas eso de nuevo”.

Mi corazón se quebrantó. ¿Cómo explicarle a un hijo de tres años que el dolor que experimenta –un dolor que al menos en su mente, era causado por mí—era inflingido con amor, con un deseo de traer sanidad? Increíblemente, ese es uno de mis más preciados recuerdos de la niñez de mi hijo.

El procedimiento acabó casi tan rápido como había comenzado y, después de unas cuantas horas, mi hijo había regresado a las risitas con sus hermanas (aunque correr por la casa fue prohibido desde ese día en adelante).

Su confianza y dulce respuesta a la situación siguen penetrando mi corazón con amor hacia él. Ese episodio también me recuerda del amor y cuidado de nuestro Padre Celestial hacia nosotros y aquellos a nuestro alrededor quienes pudiésemos experimentar un tiempo de sufrimiento en nuestras vidas.

En mi mente, puedo visualizar a Dios sosteniéndonos como nuestro Padre cada vez que estamos lastimados y diciéndonos que mantengamos la mirada y confianza puestas sobre Él, aun cuando no comprendamos por qué nos pasan las cosas. Cuando somos tentados a culparlo por nuestro dolor y gritar: “Por favor, Papito, no hagas eso de nuevo”, podemos tomar consuelo en saber que Él está muy cerca a nosotros y que nos ama y confiar en que, aunque no siempre comprendamos, hay un propósito detrás de cada cosa que nos pasa.

Así que mantengamos nuestra mirada en Él. Confiemos en Él. Él nos sostiene y nos sana. Nunca nos soltará. Sepamos también que aquella risa—o cualquiera sea la manera en que expresamos nuestro gozo—volverá a ser parte de nuestra vida una vez más.



El autor del pensamiento de hoy no sólo comparte una tierna historia familiar en la que, al igual que muchos de nosotros, tuvimos que compartir algún percance o sufrimiento de nuestros hijos, sino que nos lleva a un punto de reflexión muy interesante. De la manera en que a veces hacemos responsable a la persona equivocada cuando algo malo nos pasa, resulta interesante que son muchos los que “culpan” a Dios por todo lo que pareciera interferir con sus planes personales. Sin embargo, si algo podemos aprender de nuestro caminar con Jesús es que Dios es bueno y siempre tiene nuestros mejores intereses en mente… aún las circunstancias por las que atravesamos y que parecieran negativas, si tan sólo podemos confiar en Él, descubriremos tarde que temprano, que abrió la puerta a la bendición tanto nuestra como de otros a nuestro alrededor. Atrevámonos a confiar en nuestro Padre Celestial. Adelante y que Dios les continúe bendiciendo.

viernes, 16 de abril de 2010

Cirugía de Calibre 22

George Smith, de Vancouver, Canadá, joven de diecinueve años con un cuerpo atlético y una mirada inteligente, saltó de la cama. Corrió al baño y se metió bajo la ducha. Se jabonó y se enjuagó a conciencia. Salió de la ducha y se lavó las manos escrupulosamente, poniendo atención especial a las uñas. Luego, durante el día, repitió la misma operación decenas de veces.

Padecía de trastorno obsesivo-compulsivo. Veía microbios por todos lados. Se lavaba las manos hasta cien veces en un solo día. En un momento de negra depresión, se puso un rifle calibre 22 en la boca y disparó. Pero no murió. En vez de eso, el disparo lo curó del trastorno. «Es la primera vez en mi vida —dijo el doctor Leslie Solyom— que observo que alguien se sane de una neurosis disparándose un tiro a la cabeza.»

He aquí el caso extraño de un joven que había sucumbido a la neurosis de la contaminación. Se imaginaba microbios en todas partes. Lo habían despedido del trabajo y no podía seguir estudiando. Hasta que un día intentó suicidarse. Se puso en la boca el cañón de un rifle y disparó. La bala hizo que volara aquella parte de su cerebro en la que estaba asentada su neurosis. ¡De modo que se operó a sí mismo, y con una bala!

«No es una terapia que se le debe recomendar a nadie —comentó el doctor Solyom—. Los que pretenden solucionar los problemas de su vida con una bala de plomo, o con una dosis de cianuro, o arrojándose de un décimo piso, lo más probable es que encuentren la muerte y no la cura.»

El doctor Solyom tenía razón. La cura no está en las balas ni en los venenos, como tampoco en el alcohol ni en las drogas. No está en nada que podamos hacer nosotros mismos, ya sea deliberada o fortuitamente. Lo que muchos, como George Smith, no saben, es que, además de acudir a profesionales como el doctor Solyom, hay una manera segura de librarnos de trastornos, neurosis, fobias, complejos y demás psicopatías y males del alma. Cualquiera que sea nuestra condición en esta vida, podemos acudir al Psiquiatra divino para que nos recete el tratamiento adecuado. Dios nuestro Creador es el diseñador de nuestro complejo sistema nervioso, y Él sabe exactamente cómo arreglarlo cuando se descompone.

Mediante su poder divino que opera impulsado por su amor bendito, Dios tiene el remedio necesario para curarnos de todo mal que jamás pudiera azotarnos. Pero conste que todos, incluso los más neuróticos, podemos entrar en su consultorio con toda confianza para recibir su ayuda. Y Él sabe lo mucho que la necesitamos. Por eso dijo: «No son los sanos los que necesitan médico sino los enfermos.»1 No esperemos un día más. Acudamos hoy mismo a nuestro Médico divino. Él es el único que puede sanar las heridas del alma.
El es el Dios todo poderoso donde no hay nada imposible para el .

martes, 13 de abril de 2010

El Proyecto de Dios en tu vida

«He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho» Génesis 28:15.
¡Qué declaración tan fuerte!, Dios dice: ¡estoy contigo! Es muy importante saber que Jacob estaba a medio camino, después de haber salido de Beerseba, pasa la noche en un lugar desierto, cuando tiene su sueño, cuando Dios se le presenta por primera vez.

El sueño hablaba de una escalera por la cual subían y bajaban ángeles con sus extremos en el cielo y en la tierra. Pero lo importante, no es la escalera, ni los ángeles, sino la voz de Dios, hablándole personalmente y el mensaje que Dios le dio. Posiblemente el muchacho Jacob, estaría preocupado o quizás, ¿porqué no?, con miedo en un camino que no conocía y con los peligros, que podrían estar implícitos.

Para alguien en esta situación, decirle que no está solo, sin duda es reconfortante, pero además le continúa diciendo: “Te guardaré donde quiera que fueres”. No hay lugar donde Dios te va a dejar solo. El va a estar con Jacob, lo va a cuidar y lo va a proteger.

Esta promesa de Dios a Jacob, es también para ti y para mí. No importa donde estés, la situación por la que estés pasando, no importa la edad, la situación social y económica. Si eres un hijo o hija de Dios Él estará contigo, en la angustia, en las presiones, en el dolor, en la enfermedad, en la alegría o en el fracaso.

No importa la oscuridad, Él no te abandona, te tiene en sus brazos de amor. Dios tiene un proyecto para tu vida, por eso dice: “Y volveré a traerte a esta tierra, porque no te dejaré hasta que haya hecho, lo que te he dicho”. Su fidelidad es incomparable. El cumplirá con lo que prometió, porque no acostumbra a dejar nada que ha comenzado sin terminar. Es muy importante que permitas que Dios haga Su proyecto, en tu vida, pues Él sabe que es lo mejor para tu vida y la mía.

¡Señor ayúdame a ver tu proyecto en mí, y obedecerte.

lunes, 12 de abril de 2010

martes, 6 de abril de 2010

Sí Dios no hubiera borrado mi pasado, seguramente yo sí hubiera borrado mi futuro


¿Eres de las personas que se sienten atrapadas en el pasado?

Lo mas seguro es que a pesar de que Dios perdonó tu pasado, todavía estas luchando con ese pasado que no te gusta, te sientes avergonzada por esas cosas que pasaron en tu vida y todavía no lo puedes soltar. Quizás quieras retroceder el tiempo y no haber hecho lo que hiciste, pero no se puede. Como dice el coach Héctor Teme “el pasado es ceniza”. El pasado es historia y no se puede volver a recuperar, lo que si puedes hacer es cambiar tu presente para un futuro mejor. Si tú eres cristiano, ten por seguro que Dios perdonó tu pasado y más nunca se acordará del mismo. El te ha hecho nuevo y espera que tú comiences a vivir esa vida abundante. La única manera que puedes cambiar tu pasado es despojarte del mismo y comenzar a renovarte en tu mente.

“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está corrompido por los deseos engañosos, renovaos en el espíritu de vuestra mente,” Efesios 4:22,23 (RV1995)

Hay un dicho que dice que somos lo que decidimos ser, y es interesante porque el lugar donde nos encontramos hoy es producto de nuestras elecciones. En la vida cristiana siempre tendrás dos opciones: ¿Soy bendición o soy maldición? ¿Cuál camino escogeré, el de la vida o el de la muerte? ¿Soy un nuevo hombre o un viejo hombre? ¿Cuál escoges tú? ¿Eliges seguir viviendo en el pasado o eliges comenzar a diseñar tu futuro?
Tú puedes cambiar tu pasado porque ya Dios lo cambió. Del pasado y de la historia podemos aprender de las cosas que hemos hecho, como de las cosas que hemos dicho. ¿Qué hacer y qué no hacer? ¿Qué decir y qué no decir?
Para poder cambiar nuestro pasado y llevarlo a un futuro grandioso, necesitamos cambiar nuestra perspectiva de la vida e incorporar nuevos hábitos que nos lleven a la vida extraordinaria.

Los hábitos de acuerdo a la definición del psicólogo José A. Panduro son una serie de costumbres, de prácticas que se forman en general, cuando una persona hace algo de la misma manera y en el mismo lugar una y otra vez hasta que lo realiza automáticamente sin esfuerzo o planeación.
Es probable que sin querer queriendo tengas todavía el habito de vivir en el pasado, y como vives en el pasado te cuesta disfrutar del presente, piensas que es Dios quien no te ha perdonado y tratas de esforzarte pero no lo consigues. ¿Qué pasaría si te despojas de lo viejo, de los malos hábitos? ¿Qué pasaría si comienzas a incorporar nuevos hábitos a tu vida y a renovar tu mente?